domingo, febrero 05, 2006

Algo de lo que se habla mucho y casi nadie cree:
Los efectos del Calentamiento Global del Planeta

El Ártico perderá más de la mitad de su capa de hielo antes de acabar el siglo
El calentamiento en el Ártico se está dando al doble de velocidad que la media global, con implicaciones muy serias para la salud del planeta. Así se pone de manifiesto en un nuevo estudio realizado por un equipo internacional de 300 científicos del Consejo Ártico, que aglutina a los ocho países que tienen territorios en esta parte del globo: Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Federación Rusa, Suecia y Estados Unidos. «Las proyecciones para el futuro reflejan un nivel de calentamiento dos o tres veces más alto que en el resto del planeta», asegura Pal Prestrud, vicedirector del comité coordinador del estudio, titulado Valoración del Impacto del Clima Ártico.

El análisis, que recoge cuatro años de trabajo científico empezará a discutirse en el simposio científico que sobre este asunto se ha organizado en Reykjavik (Islandia). No obstante, lo alarmante de algunos de los datos ha hecho que ya se conozcan las conclusiones más importantes y que ya se hayan producido reacciones. Desde la organización ecologista WWF, Jennifer Morgan, directora de la campaña de cambio climático, asegura que «el gran derretimiento ha comenzado» y culpa a los países industrializados de «estar llevando a cabo un experimento incontrolado para estudiar los efectos del cambio climático, siendo el Ártico el ratoncillo de Indias».


Aumento del nivel del mar
Y es que de acuerdo a la media arrojada por los cinco modelos climáticos utilizados por los científicos para su estudio, el Ártico habrá perdido entre el 50 y 60 por ciento de su extensión de hielo en 2100. Es más, uno de los modelos concluye que a partir de 2070 el Ártico no volverá a tener hielo durante el verano. En declaraciones a la revista «New Scientist», Pal Prestrud explica que los modelos son los mismos que maneja el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) en sus predicciones. Así, teniendo en cuenta el escenario medio de estas proyecciones, donde las emisiones de gases de efecto invernadero duplican el nivel preindustrial, el aumento del nivel del mar oscilaría entre los 10 y los 90 centímetros durante este siglo.

Estos datos vienen a confirmar la hipótesis de que el Ártico sería la parte del globo que primero tendría que enfrentarse al cambio climático, debido principalmente a que el calentamiento en el Polo Norte tiene un componente de retroalimentación.

La razón hay que buscarla en que la nieve y el hielo actuán de reflectores hacia la atmósfera de entre el 80 y el 90 por ciento de la radiación solar. Cuando esta capa blanca desaparece, gran parte de la radiación solar es absorbida por la tierra o el mar en forma de calor, que provoca la fusión de más cantidad de hielo. Además, la sensibilidad del Ártico se acentúa por lo extremadamente seco que es el aire en esta zona comparado con el aire de latitudes más bajas. Esto significa que se utiliza menos energía en la evaporación del agua, quedando «almacenada» como calor.

Frente a la fauna que vive en estos territorios -como el oso polar-, que es la principal afectada por este calentamiento, la único beneficiada de esta situación sería la industria del petróleo. Esta apreciación que hace Prestrud se apoya en que el 25 por ciento de las reservas de gas y petróleo se encuentran en el Ártico y, por tanto, la desaparición del hielo favorecería el acceso a ellas. Por su parte, desde WWF/Adena, se subrayó «la hipocresía» de los gobiernos patrocinadores del estudio, pues siendo «responsables de más del 30 por ciento de las emisiones» no las han reducido.


¿Nieves perpetuas?

Los últimos glaciares de nuestro país, en los Pirineos, se han reducido hasta un 85 por ciento en los últimos cien años por los efectos del calentamiento global del planeta. Un ritmo que, de seguir así, provocará su desaparición a mediados de siglo

Los glaciares pirenaicos, único vestigio de este tipo de formaciones en España, tienen los días contados. Así lo demuestra un informe elaborado para Greenpeace por diversos científicos, entre los que están los catedráticos de Geografía Enrique Serrano y Eduardo Martínez de Pisón, y Fernando Lampre, presidente del Patronato de los Monumentos Naturales de los Glaciares Pirenaicos, quienes han observado su retroceso en la vertiente española de la cordillera. El estudio se basa en el análisis de documentos históricos, mapas y fotografías para llegar a una clara conclusión: el calentamiento global que sufre el planeta está acabando con nuestros últimos glaciares a un ritmo vertiginoso, reduciendo cada año su superficie en un 3 por ciento en la última década. Si no se toman medidas para evitarlo, los glaciares, convertidos ahora en un fenómeno casi anecdótico, desaparecerán definitivamente a mediados de este siglo.

La existencia de glaciares en nuestro territorio es una realidad desconocida para la mayoría. Y no es de extrañar, si tenemos en cuenta su escasa presencia actual. Pero no siempre ha sido así. No hace falta remontarse a la Edad del Hielo para encontrar testimonios de glaciares que un día existieron en nuestro territorio. A mediados del siglo XIX se encontraban hasta en tres sistemas montañosos (Sierra Nevada, Picos de Europa y Pirineos). En la actualidad, sin embargo, su presencia está limitada a la cordillera pirenaica. Un vestigio que pronto podría desaparecer, a juzgar por los datos que presenta el informe. Y es que si en 1894 estas formaciones ocupaban una superficie de 1.779 hectáreas, su extensión en 2000 era de tan sólo 290. A este ritmo, que ha reducido los glaciares pirenaicos en un 85 por ciento en poco más de cien años, se calcula que el año que viene sólo serán 65 las hectáreas ocupadas por los glaciares. El siguiente paso sería su fusión entre 2050 y 2070.

Menos nieve y más deshielo
La causa de este espectacular retroceso la encontramos, una vez más, en el cambio climático inducido por el hombre, responsable del aumento de la temperatura global durante el siglo XX en 0,6 grados centígrados. Aumento que en el caso de Europa fue de 0,95 grados, según el último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente. Esta influencia del hombre continuará cambiando la composición de la atmósfera también en este siglo, según las estimaciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que prevé un incremento de la temperatura media del planeta de entre 1,4 y 5,8 grados para los próximos cien años.

Estas variaciones climáticas afectan especialmente a los glaciares, ya que dependen de las bajas temperaturas para sobrevivir. El calentamiento de la atmósfera ha propiciado además que cada vez se produzcan menos precipitaciones en forma de nieve, de las que se nutren estas grandes masas de hielo, y más lluvias. Los glaciares constituyen gracias a su desplazamiento un sistema muy dinámico capaz de erosionar, transportar y sedimentar gran cantidad de materiales, y cumplen una misión fundamental proporcionando agua para el consumo humano, la agricultura y energía hidroeléctrica en muchas regiones del planeta.

Entre ellas, el resto de Europa, que también ve cómo sus glaciares dismunuyen a pasos agigantados. De hecho, casi nueve de cada diez glaciares europeos están en retroceso y los de los Alpes, la mayor cordillera del continente y la que alberga el mayor número de estas formaciones, han perdido ya un tercio de su superficie y la mitad de su masa, alcanzando niveles que superan los de los últimos 5.000 años. De continuar este proceso, se calcula que cerca del 75% de los glaciares de los Alpes suizos habrán desaparecido en 2050.

Ante esta situación, Serrano y Martínez de Pisón advierten en su informe que la situación de los glaciares es insostenible, «más allá del aporte que éstos realizan al crecimiento del nivel del mar, ya que poblaciones importantes y una variada cantidad de actividades productivas dependen de ellos». Greenpeace apunta que «es necesario cumplir con el Protocolo de Kioto» y exige compromisos que permitan atenuar los efectos del cambio climático.


De Alaska al Kilimanjaro
La situación en el resto del mundo no es más alentadora. Todas las regiones glaciares del planeta, ya sean árticas o de alta montaña, sufren retrocesos importantes en sus masas heladas. Así, el único glaciar africano, el del monte Kilimanjaro, podría desaparecer en menos de 15 años. La desaparición de los glaciares del centro y este del Himalaya, prevista para 2035, tendrá consecuencias más dramáticas, ya que podría afectar al suministro de agua en gran parte de Asia. Los grandes hielos de los Andes corren la misma suerte, compartida también por las regiones árticas. De esta manera, el deshielo del Bering, el mayor glaciar de Alaska, produjo en junio de 2002 un iceberg de 1,2 kilómetros de largo, el mayor visto hasta el momento.


El Artico hace aguas


No hay casi margen para el error.

El último estudio sobre los efectos del cambio climático en el Ártico se basa en la media de cinco modelos diferentes. Las palabras posible, seguramente y con toda seguridad aparecen por doquier en el informe, lo que significa entre un 50 y un 100 por 100 de probabilidad. Pero lo más importante es que el cambio ya ha comenzado y a velocidad de vértigo
Son 30 millones de kilómetros cuadrados repartidos por Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia, Suecia y Estados Unidos, y ya han encendido su farolillo rojo. Los resultados del estudio más completo realizado hasta el momento sobre esta parte del globo han disparado la alerta sobre los efectos tan inmediatos y tangibles del calentamiento del planeta. Lo que ocurra en estas zonas dará la pista de lo que sucederá en el resto del mundo, pues ya advertían los científicos que los polos serían los sensores naturales del cambio climático. Algunos también apostaron por que este cambio se produciría a mayor velocidad en el Ártico que en la Antártida -la explicación está en que, aunque el dióxido de carbono en la atmósfera está promediado, la producción inmediata es mayor en el hemisferio norte porque hay más población y mayor consumo de combustibles fósiles- y a tenor de los datos del estudio «Valoración del impacto del clima ártico» sus predicciones no fallaron.

Como ingredientes adicionales a los impactos del cambio climático, otras muchas presiones derivadas de la actividad humana están afectando simultáneamente la vida en el Ártico, incluyendo la contaminación del aire y del agua, la sobrepesca, el incremento en los niveles de radiación ultravioleta debido al agujero de ozono, la alteración del hábitat y la contaminación por culpa de la extracción de recursos, y un incremento en la presión sobre la tierra y los recursos por la creciente población en la región. La suma de estos factores amenaza la capacidad de adaptación de las poblaciones -en la actualidad viven en la región cuatro millones de personas- y los ecosistemas del Ártico. Veámos cómo.

Cambios en la humedad del suelo.

El deshielo del permafrost provocará la formación de lagos y que las tierras húmedas drenen en algunas áreas, mientras se crean más zonas húmedas en otras partes. El balance de estos cambios no es del todo conocido, pero si los hábitats de agua dulce se modifican de esta manera, es probable que se produzcan grandes movimientos de especies.

Una carrera hacia el Norte.

Se prevé que las áreas donde viven muchas especies de animales y plantas extiendan sus límites hacia el Norte, resultando un incremento del número de especies en el Ártico. Esto afectará a las especies que actualmente tienen a esta región como su campamento base. Lo mismo ocurrirá con la vegetación, con bosques que invadirán la tundra, y lo mismo hará ésta en los desiertos polares. Si bien se espera que las limitaciones en la cantidad y calidad del suelo ralenticen esta transición en algunas áreas.

Especies marinas en riesgo.

Las especies que dependen del hielo marino, como osos polares, focas, morsas y algunas aves marinas, es más que probable que sufran drásticos declives en su población, y muchas de ellas se enfrentarán cara a cara con la extinción.

Especies de tierra en peligro.

Las especies específicamente adaptadas al clima ártico están especialmente en riesgo, como los musgos y líquenes, el lemming (un pequeño roedor), el zorro, el ratón de campo y la lechuza blanca.

Aumentan los incendios y los insectos
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Los incendios forestales, la plagas de insectos y otros disturbios se incrementarán en frecuencia e intensidad. Estos episodios harán a estos ecosistemas susceptibles de ser invadidos por especies foráneas.

Radiación ultravioleta.

El incremento en la radiación ultravioleta que alcanza la superficie terrestre como consecuencia del agujero de la capa de ozono, la reducción de la nieve en primavera y la fusión de la capa de hielo impactarán tanto en los ecosistemas terrestres como en los acuáticos.

Pérdida de bosques antiguos.

Los bosques de crecimiento lento son ricos en especies de líquenes, musgos, hongos, insectos, pájaros carpinteros y otras aves que anidan en las cavidades de los árboles. El calentamiento del clima incrementará los incendios forestales y las plagas de insectos que provocan la muerte de los árboles, reduciendo este valioso hábitat, que ya está en declive por la actividad humana.

Cambios en el ciclo del carbono.

La sustitución de la vegetación ártica por otra más productiva procedente del sur es muy probable que incremente la absorción de dióxido de carbono. Frente a esto, las emisiones de metano, sobre todo del calentamiento de humedales, y el derretimiento del permafrost se incrementarán.

Pérdida de la cultura de la caza.

Para los Inuit el calentamiento desbaratará o incluso destruirá su cultura de la caza y de compartir el alimento, pues la reducción del hielo marino provocará un declive de sus presas, haciéndose menos accesibles. Esto conlleva una disminución de la seguridad alimentaria, pues el acceso a su alimento tradicional -focas, osos, caribús y algunas especies de aves y peces- se verá seriamente afectado.

Impactos en la salud humana.

Esa reducción en la calidad de las fuentes alimentarias, como enfermedades en peces y bayas secas, ya se están viendo en algunos lugares. El cambio hacia una dieta más occidental traerá consigo riesgos como el incremento de diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares. Los impactos sobre la salud también incluyen el aumento de los accidentes y desastres debido al derretimiento del hielo marino.

Expansión de la navegación.

El tráfico marítimo por rutas clave, como la del mar del Norte y el pasaje del Noroeste, es muy probable que se incremente. La navegación en los meses de verano se irá alargando a otras estaciones a medida que vaya avanzando el siglo debido al declive del hielo marino y, sin duda, aumentará el turismo en estas regiones.

Mayor acceso a los recursos.

La único beneficiada de esta situación sería la industria del petróleo. No en vano, el 25 por ciento de las reservas de gas y petróleo se encuentran en el Ártico y, por tanto, la desaparición del hielo favorecería el acceso a ellas. Aunque tampoco será una tarea exenta de problemas, ya que el movimiento del hielo hará más difíciles algunas operaciones. Por otra parte, algunas de las principales pesquerías del Ártico, como la del arenque y el bacalao, serán más productivas a medida que el clima se vaya calentando. Los patrones de distribución y migración de muchas especies de peces es muy probable que se vean modificados.